45

Desde hace unos años, cada vez que cumplo años, me gusta escribir al respecto, reflexionar acerca de lo que ha sido el último año y los aprendizajes que me ha dejado.

¿Qué ha pasado en el último año? Pues un montón de cosas.

Unos cuantos días después de cumplir 44, mi hija se fue por un mes a estudiar a Italia y otros lugarcillos del Viejo Continente. Para ambas, esta experiencia implicó un gran crecimiento. Mientras ella estaba allá, tuve la oportunidad de servir nuevamente con adolescentes de una manera en que nunca lo había hecho, pero fue una experiencia muy divertida y retadora.
Pude ver a Gemma y pasar tiempo con ella.
Empecé a llevar un estilo de vida más sustentable y más consciente con lo que se refiere a mi manera de consumir y desechar.
Tuvimos la oportunidad de ir a la boda de mi sobrina y después de eso se desataron un montón de eventos que me han hecho enojarme mucho, desesperarme, enfrentarme a situaciones que nunca imaginé, a pelearme y a frustrarme, pero todo eso -aunque parezca increíble- ha dado un hermoso fruto de unidad y cercanía con mis hermanos.
Tuve la dicha y privilegio de celebrar el 50° aniversario del lugar donde trabajo, que es un lugar maravilloso para trabajar y crecer.
Cumplimos 23 años de casados, con su respectiva escapada.
Iniciamos un nuevo año, hice nuevas amistades, me uní al paro del 9 de marzo con mi hija y de pronto y casi, casi de la nada ¿corona qué? ¿pandemia? ¿cuarentena? Y eso, para cualquiera que habita este mundo, ha sido suficiente crisis para aprender, para crecer y para darse cuenta de qué estamos hechos y en dónde está puesta nuestra confianza.

Sí, seguramente como mucha gente, no pensé que para mi cumpleaños siguiéramos en cuarentena. Pero aquí estamos. Y me robo unas palabras de  mi esposo: celebrar estas fechas importantes en medio de una pandemia, nos han llevado a darnos cuenta de que lo menos importante es el dónde y el cómo, sino el con quién. Y entonces hoy sé mejor que nunca, quiénes son los verdaderamente importantes en mi vida. Compramos regalos, planeamos sorpresas, gastamos en nuestros lugares favoritos y eso está padre, pero siempre serán las personas lo más valioso. Y eso lo he corroborado una y otra vez en estos días.

Dicen que la maternidad es entrega incondicional, pero es en el encierro donde me he percatado que de incondicional tiene poco. ¡Soy tan imperfectas, por más que el mundo haya querido hacerme creer que en algo soy abnegada! Cuando no puedo estar sola ni un momento, cuando no puedo escuchar lo que me da la gana, cuando me la paso cocinando y lavando trastes en un ciclo interminable… ahí me enfrento a mi imperfección y a mi pecado. Y entonces una de dos: o me aferro a mi egoísmo o me aferro a Cristo y decido ser como Él, soltando, amando, sirviendo, entregando.

Y entonces he sido más feliz y más plena. He dejado de contar los días, de cuestionarme, de preocuparme… sé porque sé que Dios es soberano y que todo: mi familia, mi despensa, mi salud y yo misma, están en las manos de Dios y ese es el mejor lugar para encerrarme durante la pandemia.

No estoy pensando en ser productiva, en cumplir todos los retos, en ordenar todos los cajones… simplemente me ocupo de vivir plenamente cada momento porque eso es lo único que tengo. Y sí, hay que trabajar y darle al home office, limpiar y dar de comer, pero también se pueden hacer fuertes, y ver películas, y jugar, y extender la sobremesa sin prisas.

Crisis para crecer, crisis para madurar, crisis para confiar, crisis para fortalecer lazos.

Y así llego a los 45, como muchas personas más, en medio de una situación inimaginable e impredecible. A veces con miedos, con dudas, pero con una fe más fortalecida y con una inmensa gratitud por todas las bondades y la gracias que Dios ha derramado en mi vida, día tras día sin faltar uno de ellos.

About Karen

Siempre lo soñé y llegado el momento, Dios hizo realidad mi sueño. Tener un hogar, formar una familia y en medio de lo cotidiano: las risas, las lágrimas, los sabores y los sinsabores, aprender los detalles de Su palabra y servirle. Ama de casa empedernida, esposa amada y amante, madre orgullosa y feliz. Me encanta la repostería, soy lectora voraz y escribir es mi catarsis.
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