Cuando esto termine

kari-shea-Pt6_A6-Kt60-unsplashHace unas semanas estábamos teniendo unos días muy pesados. Diversas situaciones me sacaron de mi rutina y pasé varias semanas con prisa y con la sensación de no terminar nada, ni cumplir con lo que me proponía. Muchas veces me sorprendí diciendo: “ojalá que la próxima semana sea más normal y pueda estar más tranquila”.

Me di cuenta, entonces, que los seres humanos idealizamos aquello que llamamos “la normalidad”. Si nada me perturba, si nada rompe mi rutina, si nada se sale de mi control, significa que todo está normal, “las doce y sereno”, por lo tanto yo puedo estar tranquila y satisfecha porque todo salió de acuerdo a mi plan y a mi lista de pendientes.

Pero la verdad es que “la normalidad” no es así. Lo normal es que día a día suceden cosas que nos interrumpen, que nos hacen cambiar lo planeado y posponer lo agendado. Para cada quien “la normalidad” se ve de una manera y todos vamos adulteando por la vida, esperando que mañana, que la próxima semana, que el mes que viene, o el 2021; sea normal, para así, estar más tranquilos.

He estado recordando el posparto. Sí, estaba feliz por la llegada del bebé, perogaelle-marcel-qMIGJmx41EM-unsplash obviamente, vino a romperme todos los paradigmas, todas las rutinas, todo el perfeccionismo y a revolucionar todo lo que hasta ese momento yo definía como vida.
“Quiero mi vida de regreso, quiero que todo sea normal“. Por ahí debe estar el cuaderno en el que escribí mi iluminación ya hace casi 20 años: esa era mi nueva normalidad, y cuando lo entendí, empecé a disfrutar plenamente mi maternidad.

Cuando esto termine es el mantra que más he leído y escuchado en estos días de pandemia en los que nos han pedido que nos quedemos en casa. Estamos viviendo una situación sin precedentes, no sabemos actuar ante ella, día con día, todo el mundo -literalmente- estamos aprendiendo a hacerlo. Nos han sacado de nuestra comodidad, nos han roto todos los paradigmas y nos han desacomodado todas las rutinas. Y nos aferramos a la idea de que cuando esto termine todo será mejor, y estaremos en paz, porque volveremos a la normalidad. Y es que así somos los humanos, creemos que los días pasados fueron mejores, que los días futuros traerán mayor bienestar. Se nos olvida vivir el presente, pues nuestra mente está añorando lo que fuimos o está preocupada por lo que vendrá; y nos aferramos al “cuando esto termine” porque ahí vemos luz y esperanza.

loverna-journey-5kb0HwTHqTg-unsplashCiertamente una pandemia y el aislamiento no es normal. Es verdad que estamos viviendo una crisis, pero esa crisis es nuestra normalidad ahora: la acepto y la abrazo. Porque si no lo hago, me desesperaré, me frustraré, me deprimiré, perderé de vista mi propósito y no distinguiré las bendiciones que toda circunstancia (aun las que son malas ante mis ojos) trae consigo. Por lo tanto cuando todo esto termine no habré aprendido nada y no tendré lo necesario para enfrentar esa nueva normalidad. Porque nada será como era antes, habrá mucho que tendremos que reaprender, como individuos y como sociedad, pero definitivamente, no volveremos a lo conocido y a lo cómodo. Esto no va a terminar cuando nos digan “ya pueden salir”. Porque si salimos a ser y a hacer exactamente lo que éramos y hacíamos hasta el 15 de marzo, de nada sirvió el encierro.

Esta crisis es la normalidad presente, puedo desperdiciarla pensando en que ojalá el próximo mes sea más tranquilo, ojalá el próximo año nos traiga mejores experiencias; o puedo aprender a estar en el presente, disfrutarlo, sí, disfrutarlo, y aprovechar todas las lecciones que me está brindando.

Todo está en manos de Dios, nada se ha salido de Su control. este es el tiempo perfecto para ejercitar y fortalecer mi fe. Es el tiempo para conocerle más a través de la lectura de Su Palabra, la Biblia; de la oración, derramando mi corazón y diciéndole cuán desesperada estoy o cuánto miedo tengo… y darme cuenta de Su grandeza, de Su gracia inacabable y de Su permanente amor.
Es el tiempo perfecto para darme cuenta de mi vulnerabilidad y de mi fragilidad, de que el control no me pertenece, de que puedo y debo pedir ayuda, de que toda mi vida depende de Dios, y de que puedo confiar en Él una y otra vez, porque Él es un Padre bueno, paciente y misericordioso, que me cuida y resguarda bajo Sus alas, como la gallina a sus pollitos.

Es el tiempo perfecto para estar presente y para ser un presente a los que siempre roberta-sorge-UvVVnUmW2mQ-unsplashdeben estar más cerca y en el trajín diario, dejamos al final: nuestra familia. Estar ahí, pasar tiempo juntos después de las clases on line o del home office. Jugar, ver fotos viejas, videos de las vacaciones o de las presentaciones escolares. Reírse y llorar, quejarse tal vez. Hacer -más que nunca- de nuestro hogar, un oasis, un refugio, una fortaleza… eso: un hogar.
Estar presente y ser un presente, un regalo de amor, de paz, de escucha, de apoyo. Servir a los nuestros de todo corazón, entregarnos en cada tarea, en cada labor. Ser la sonrisa, ser el apapacho, ser la mirada de aliento… porque si no te puedo abrazar, con mis palabras y mis acciones voy a ser ese abrazo.

Es el tiempo perfecto para vivir los valores que predicamos. El tiempo perfecto para ser obedientes, para ser pacientes, para ser solidarios, para amar al prójimo, cuidándolo. Para respetar y admirar cada una de las labores que desempeñamos dentro de nuestra comunidad.

Es el tiempo perfecto para hacer lo que nunca hacemos, para aprender a hacer lo que nunca nos atrevimos; ejercitarnos, comer más saludable, hacer una video llamada, presupuestar, ahorrar, planear menús, ordenar un clóset, ordenar el alma…

Pero también es el tiempo perfecto para no hacer, para aprender a hacer nada, para entender que a veces, lo mejor que podemos hacer es nada. Que no siempre debe haber una lista de cosas que hacer, que no siempre tengo que estar ocupada o ser productiva. Que si no hago todo lo que Instagram me sugiere (aprender a ilustrar cuentos infantiles, preparar boeuf bourguignon, leer por lo menos cuatro libros, pilatesyogaycardio tres en uno, conectarme a todas las clases on line con los profesionales, escuchar todos los podcasts e incluso echar mano de todas las herramientas que la iglesia está poniendo a nuestra disposición) y no termino el día agotada, no significa que esté haciendo algo mal. Porque cuando esto termine, no quiero una mente sobrecargada, pero sí quiero decir que una tarde me tiré en el jardín a ver las nubes pasar.

sam-schooler-E9aetBe2w40-unsplashY aunque está bien planear y prever; y aunque hay momentos de incertidumbre y preocupación; quiero disfrutar, quiero estar, quiero recibir con manos abiertas y con corazón dispuesto lo que Dios tiene para mí en este tiempo.

Quiero ser la sonrisa genuina, quiero ser la persona presente, quiero ayudar, quiero servir, quiero confiar, quiero creer, quiero crecer, quiero aprender, quiero entender -una vez más- que las adversidades son las oportunidades que Dios nos da para acercarnos a Él y para que lo conozcamos de maneras en que no lo haríamos en circunstancias normales.

Quiero abrazar esta cotidianeidad, y aunque a veces llore, aunque a veces dude, aunque a veces me enoje, aunque en mi imperfección falle una y otra vez… sepa que éste es el tiempo de estar quieta y saber que él es Dios.

About Karen

Siempre lo soñé y llegado el momento, Dios hizo realidad mi sueño. Tener un hogar, formar una familia y en medio de lo cotidiano: las risas, las lágrimas, los sabores y los sinsabores, aprender los detalles de Su palabra y servirle. Ama de casa empedernida, esposa amada y amante, madre orgullosa y feliz. Me encanta la repostería, soy lectora voraz y escribir es mi catarsis.
This entry was posted in El hogar que está en mi corazón. Bookmark the permalink.

Tus comentarios me enriquecen